En un día como hoy, 8M, Día Internacional de la Mujeres, no podíamos dejar de visibilizar las miles y miles de injusticias que siguen viviendo mujeres en todas las partes del planeta por el mero hecho de ser mujer.

Mientras existan, tenemos la responsabilidad moral como sociedad de seguir denunciando, de visibilizar cada caso y de salir a gritar a las calles por todas nosotras.

La mayor parte de las veces, centramos nuestras acciones en las desigualdades existentes entre hombres y mujeres a nivel institucional, social y político para intentar conseguir el cambio; y no hay que pasarlas por alto; pero la base del cambio se encuentra en la EDUCACION.

Tenemos el deber moral de educar en las escuelas, en los lugares públicos y sobretodo en los hogares, en la equidad y en la responsabilidad emocional y afectiva.

Desde pequeñas, se nos debería educar a mujeres y a hombres en que cada una de nosotras somos únicas, válidas y suficientes.  Esta  diversidad es la que nos enriquece como sociedad.

Desde pequeñas, se nos debería educar a mujeres y a hombres en que cada una de nosotras somos únicas,  válidas y suficientes.  Esta  diversidad es la  que nos enriquece como sociedad.

Cada persona tiene su granito de arena que aportar en el mundo.

Potenciar la seguridad en una misma

Los pilares de este cambio de paradigma educacional deberían darle valía a la importancia de conectarse con el cuerpo y su bienestar físico y emocional, a saber identificar emociones sin juicio y tener la capacidad de  expresarlas; a saber escuchar y sentirnos importantes para ser escuchadas; al respeto al prójimo en sus diferentes maneras de ser y sentir.

Potenciar la seguridad en una misma, tan íntimamente relacionada con la capacidad de tener una red de apoyo sana y de aprender a tratarnos con amor y comprensión,  es esencial para conseguir este propósito.

Cuando te sientes segura, te escuchas, te dedicas tiempo y cuidados y te expresas libremente, hay una expansión de todo tu ser, te das cuenta de tu valor, te aceptas y te amas tal cual eres y vives agradecida por ello. Te sientes completa, confías en la vida y actúas desde el corazón.

Sabes hacia dónde ir, porque sabes a quién escuchar.

Ojala algún día el empoderamiento no tuviera el apellido “femenino”. Por fin, habríamos alcanzado el respeto entre todas y todos.

Laia Mascarell Montagud. Núria Bixquert MartinezResidente matrona. Matrona AP Departamento de Salud de La Ribera