El Hospital Universitario de la Ribera ha mejorado la seguridad y la calidad de vida de 500 pacientes con tratamientos intravenosos largos desde que, en febrero de 2019, se pusiera en marcha su Unidad de Acceso Vascular.

El objeto de esta Unidad, dependiente del Servicio de Radiología Vascular Intervencionista, es el de llevar a cabo el implante de catéteres a pacientes subsidiarios de tratamientos de larga duración, como quimioterapias, pero también a pacientes receptores de nutrición parenteral, tratamientos con antibióticos intravenosos o transfusiones de sangre.

Todos ellos son tratamientos que obligan a los pacientes a recibir constantes pinchazos, con el consiguiente riesgo para ellos.

Según ha destacado Luis Monedero, adjunto de Enfermería de la Unidad de Acceso Vascular del Hospital de la Ribera, “este tipo de implantes tiene como principal objetivo cuidar y preservar las venas de los pacientes, mejorando su seguridad y su calidad de vida. Estos catéteres pueden permanecer implantados varias semanas, permitiendo al paciente llevar una vida con total normalidad”.

“Además, con este tipo de catéteres protegemos la vena durante todo el tiempo que dura el tratamiento, lo que evita dañarla, ya que algunas medicaciones intravenosas, como los citostáticos empleados en Oncología, pueden deteriorar o irritar las paredes de los vasos sanguíneos”, ha señalado Monedero.

Asimismo, esta Unidad se encarga de la formación periódica del personal de Enfermería de todo el Departamento de Salud (hospital y centros de salud), en cuanto a curas y cuidados del catéter tras su implantación en el paciente.

Complejo proceso de implante

El implante de este catéter central -denominado así porque llega hasta prácticamente el corazón-, es un complejo procedimiento en el que los profesionales de Enfermería que constituyen la Unidad de Acceso Vascular del Hospital de la Ribera cuentan con una amplia formación y experiencia.

Para llevar a cabo la técnica, y previamente al implante, se realiza un exhaustivo estudio de los vasos sanguíneos del paciente mediante un ecógrafo, con el objetivo de establecer con la máxima precisión la localización y el recorrido de la vena más adecuada.

Posteriormente, se introduce un catéter muy fino por la vena y se avanza cuidadosamente hasta llegar cerca del corazón. Una vez completado el proceso, al paciente se le realiza una radiografía de tórax para comprobar que el catéter se ha canalizado de forma correcta.

Con los cuidados adecuados -requiere cambio de apósitos semanal-, el catéter puede permanecer implantado durante semanas o meses, “lo que implica menos pinchazos y mayor seguridad y calidad de vida para el paciente”, concluye Monedero.